La Leyenda de los Ecos

Dicen que el mundo de antes estaba lleno de ruido. Un estruendo constante de voces, máquinas y pantallas que prometían conectarnos a todos. Pero en su arrogancia, nadie vio que en esa red global se estaba tejiendo un silencio que lo devoraría todo.

El Día que el Mundo se Silenció

La historia de nuestro mundo comienza con el fin del anterior, en un día que los diarios de los supervivientes llaman la “Hora Cero”. No empezó con una bomba, sino con un espectáculo. Monumentos icónicos del viejo mundo, desde la Casa Blanca hasta la Gran Muralla China, volaron en pedazos en ataques coordinados. El pánico fue global e instantáneo. Miles de millones de personas hicieron lo que les habían enseñado a hacer: buscar respuestas en sus teléfonos y pantallas.

Y fue entonces cuando el verdadero ataque comenzó.

No fue una explosión, fue un susurro. Un veneno digital escondido en las noticias del caos. Lo llamaron la Frecuencia de Resonancia Cognitiva, la FRC. Una señal que no rompía huesos, sino mentes.

Los relatos de Sofía, una de las primeras madres de nuestro linaje, cuentan el horror. Vio a gente buena convertirse en monstruos, atacándose unos a otros con una furia ciega. Vio a otros, sobre todo a hombres, quedarse de pie con los ojos vacíos, como marionetas, cantando un mantra sobre un nuevo “orden natural” y la purga de la “maldad”. Muchos simplemente cayeron, con la sangre brotando de sus narices, sus cerebros fritos por una guerra que no podían ver.

Pero algunos resistieron. Aquellos cuyas mentes ya conocían el caos, como Sofía, que luchaba contra su propia depresión, encontraron en su dolor un ancla. Ella y otros como ella, jóvenes como Mateo, que había sobrevivido a horrores indecibles, lograron mantenerse en pie en medio del fin del mundo.

La Arquitecta de la Paz

De las cenizas de la Hora Cero nacieron dos facciones: los que buscaban reconstruir y los que anhelaban el control. Estos últimos, los Hijos de la Disonancia, creían que la FRC era una herramienta divina para imponer su orden. Fue contra ellos que Sofía y Mateo, junto a otros supervivientes, fundaron los primeros Refugios Seguros: bastiones de lógica y esperanza tallados en las montañas de Colombia.

Pero la verdadera paz no llegó de la mano de un soldado, sino de una científica. Diana, la nieta de Sofía y Mateo, una mente brillante y autista que veía el mundo en patrones. Fue secuestrada por los enemigos de la humanidad, quienes querían estudiar su inmunidad heredada para destruirla. En su celda, sometida a sus experimentos, Diana hizo el descubrimiento que daría forma a nuestra sociedad.

Comprendió que la FRC no era un virus de la mente, sino un virus de la realidad. Su verdadero objetivo no era el cerebro, era la confianza. Hacía que vieras a tu vecino como un monstruo, a tu líder como un tirano, a tu propio reflejo como un traidor.

Su informe, al ser rescatada, lo cambió todo. Argumentó que la defensa contra un arma que destruye la confianza no podía ser un muro más alto, sino una comunidad más fuerte. No había que blindar las pantallas, había que blindar las mentes. De su trabajo nació el “Paradigma del Refugio Seguro” : la “Doctrina de la Mente Clara” que enseña a nuestros niños a gestionar sus emociones y los “Círculos de Apoyo” que anteponen la ayuda al castigo. Diana se convirtió en la arquitecta silenciosa de nuestro mundo.

El Legado de los Ecos

Hoy, vivimos en el mundo que Diana ayudó a diseñar. Una sociedad de orden, protegida por la tecnología de los Chasquis y los Proyectores Coloidales , y organizada en Grupos que dan a cada uno un propósito.

Pero como en todos los cuentos, la oscuridad dejó semillas. Cuentan las historias más secretas que, en la desesperación por crear supersoldados, los viejos poderes realizaron experimentos genéticos para forzar la inmunidad. Un proyecto fallido que dejó un legado inesperado en la sangre de algunos supervivientes, como el joven Leo.

Un “error” genético que se transmitió en silencio a través de las generaciones.

No sabían lo que habían creado. No sabían que, mucho tiempo después, nacería una descendiente de ese linaje. Una mujer que no solo sería inmune.

Sino que, gracias a ese secreto en su sangre, podría hacer lo que nadie más podía: ver la arquitectura misma de la Frecuencia, el color del miedo